“El pavor tomó el control ante la hórrida mirada que aquella cosa posaba sobre mí, el desasosiego que provoca su presencia es indescriptible… Pálido, inhumano e inmóvil; una gota de sudor con el peso de mis miedos resbaló por mi frente, mientras él me observó hasta que… ”.
Mi lectura de aquel lúgubre relato se vio interrumpida por un golpeteo en la puerta. Fuertes, carentes de patrón y a las dos de la madrugada, los golpes fueron suficiente como para llamar mi atención, me dirigí con algo de osadía hasta la entrada del departamento, pasos suaves para evitar el crujido de la envejecida madera.
¿Quién es? –Pregunté.
La única respuesta fue el más profundo silencio que derivó en lo que ahora era intranquilidad. Repetí mi pregunta, nuevamente sin respuesta. Ante la inexorable duda de si realmente alguien había tocado o si fue solo un engaño de mi sugestionable mente opté por utilizar la mirilla.
Finalmente eché un vistazo, una sensación de angustia y nerviosismo se apoderaron de mí al instante cuando vi que, del otro lado de la puerta, un extraño hombre, casi completamente abrigado, estaba allí, inmóvil. La incomodidad se reprodujo en forma de helado cosquilleo en mi espalda.
E-eh… -Escapó de mi boca.
Un abrigo oscuro, bufanda y un sombrero que ocultaba parte de su melena, además de lentes oscuros que no dejaban pista alguna de su expresión.
Señor ¡Es muy tarde, váyase! –Alcancé a decir, fuerte, firme.
Comprobé nuevamente y aquel hombre permaneció impasible ante mi petición. Me devolví temblorosa hasta la habitación por aquella situación de inmensa extrañeza. Leí durante unos minutos hasta que un chillido realmente agudo y estremecedor me imposibilitó continuar, volví hasta la puerta, me asomé, no había nadie, así que abrí la puerta para quedarme absorta frente a lo que vi.
Allí, en el suelo, en mi entrada, una cabellera, un sombrero, guantes, lentes y un abrigo oscuro; me paralicé mientras procesaba la carencia de sentido alguno y la inexistente explicación de la escena. Mi respiración agitada y el retumbar de mi pecho delataban el temor que ahora empezaba a correr por mi sangre. Con la mente en blanco, me di la vuelta para entrar a mi hogar, pero allí estaba.
El pavor tomó control de mi cuerpo ante la hórrida mirada que aquella cosa posaba sobre mí, el desasosiego que provoca su presencia es indescriptible… Pálido, inhumano e inmóvil; una gota de sudor con el peso de mis miedos resbaló por mi frente, mientras él me observó hasta que…