Podrían ser la una y treinta de la tarde. No hubo lluvia aquel día en Bogotá. El cielo estaba despejado y la temperatura no estaba tan baja como era costumbre en la fría capital colombiana. En verdad era un día hermoso
En grupos pequeños fueron llegando al rincón de las “Tres Cruces” los jóvenes estudiantes de bachillerato, vestidos aún con sus uniformes escolares. Aquel sitio había sido pactado como lugar de encuentro utilizando para tal fin las redes sociales. Los jóvenes, ya en considerable número, hicieron con sus cuerpos una especie de ronda en cuyo centro, se podía observar dos largos y filosos machetes, dejados allí por algún alguien. La algarabía reinante cesó cuando dos muchachos, ambos con el torso desnudo, aparecieron en escena y agarraron los filosos machetes mirándose fijamente a los ojos con odio infinito.
La pelea duró poco. Alonso Collante, de brutal machetazo, cercenó de tajo la mano izquierda de Samuel Villegas y luego, de un rápido movimiento pateó la mano ensangrentada y la lanzó hasta donde se encontraban unos feroces canes que la despedazaron completamente. Nuevamente se oyó la algarabía. Venciendo el dolor, Villegas lanzó su machete contra la humanidad de Collante, quién cayó al piso mortalmente herido, sangrando profusamente por su pecho.
Más tarde, en la sala de uno de los hospitales de la ciudad, los médicos daban parte satisfactorio del implante de mano efectuado al joven Samuel Villegas. Mientras tanto en la morgue del mismo hospital, los amigos de la familia Collante preguntaban qué había pasado con la mano izquierda de Alonso, a lo que sus padres respondieron que habían decidido donarla a un joven que había perdido su mano en un accidente.
Días después, la prensa capitalina anunciaba la extraña muerte de Samuel Villegas. La autopsia reveló que la muerte del joven había sido por estrangulamiento, y qué sin saber aún como, el joven se había asfixiado así mismo utilizando para ello, su propia mano izquierda, implantada recientemente.
Monteazul