Mientras volvía a arropar a su pequeño, aun sollozando, el niño logró articular entre susurros el motivo de su congoja.
-Mami, es que he visto en el pasillo a una mamá negra.
Un escalofrío recorrió la espina dorsal de su madre. Pero al ver el reflejo de su propia silueta en la pared, comprendió lo que su hijo temía.
-Era solo mi sombra, cariño, vuélvete a dormir que mamá está ahí al lado.
Le dio otro beso y se alejó hacia su dormitorio sin dejar de mirar al pasillo. Mientras la madre se acostaba, su sombra permaneció de pie en el cuarto. Se recriminó su falta de cuidado y abandonó su cuerpo, moviéndose sigilosa, como solo ella sabía serlo. Entró en el cuarto del niño y se acurrucó tras el cabecero de la cama para velar sus sueños, como cada noche.