Se convenció a sí mismo de que no era un capricho. Era una necesidad, un requisito fundamental para ser un ciudadano del siglo XXI. No quería quedarse atrás y, la verdad, necesitaba algo con lo que distraerse después de lo de Lorena.
Correos lo entregó en menos de dos días. No era el modelo más avanzado. Lo escogió porque era el más económico. El único que podía permitirse tras echar a perder su trabajo. Sonrió por primera vez en semanas, nada de eso importaba ahora.
Para cuando terminó de leer las instrucciones ya comenzaba a atardecer. Pensó en estrenarlo por la mañana pero la impaciencia le podía.
"No emplear en condiciones de poca iluminación".
Según sus cálculos, todavía quedaban unos minutos de luz. Sería una primera toma de contacto. Al fin y al cabo, nunca antes había pilotado un dron.
"Los vuelos deben realizarse al alcance visual del usuario".
El problema eran los árboles. Si no quería que sus vecinos le viesen pilotar sin licencia debía alejarse. Pero entre la urbanización y el bosque apenas había espacio. La única forma de pilotar tranquilo era quedarse en el descampado que había antes del bosque y volar por encima de las copas de los árboles.
"No distanciarse más de 50 metros del aparato".
Sintió que había nacido para ese momento. El sonido del dron al alzar el vuelo, la sensación de libertad sin límites. Notó que su divorcio y su despido iban quedando atrás conforme el dron se alejaba. La cámara eran sus ojos y sus ojos eran la cámara.
"Se recomienda que el área esté despejada en un radio de 100 metros".
Entonces los vio. Cinco figuras grises, encapuchadas. Bailando y agitándose espasmódicamente. Una de ellas sujetaba un bulto. Se movían más y más rápido, girando alrededor de extraños símbolos trazados en el suelo. Símbolos pintados en blanco que la cámara no lograba enfocar. El bulto fue pasando de mano en mano hasta que alguien lo puso en alto. En aquel momento se percató de que no era un bulto, temblaba y lloraba. No supo quién sacó el cuchillo.
Solo pudo entender lo que ocurría una vez ya había sucedido. Los símbolos se tiñeron de rojo mientras el arma subía y bajaba. El baile se volvió frenético hasta que, de repente, se detuvo. Una de las figuras estaba señalando al dron.
No pensó con claridad. Era su primer día, su primer vuelo. Tal vez un piloto más experimentado hubiese sabido qué hacer. Soltó el mando del aparato y salió corriendo. Su móvil seguía mostrando las imágenes que captaba el dron, incluso aunque este ya se hubiese estrellado contra el suelo. Ya había anochecido. Pudo ver como las figuras grises recogían su último capricho. Y no fue hasta ese momento cuando comprendió que estaba en problemas. Quizás, se dijo, no debería haber seguido las instrucciones tan a rajatabla.
"Cualquier Vehículo Aéreo No Tripulado deberá llevar una placa identificativa que incluya el nombre y la dirección del propietario".