Fueron muchos años de duro trabajo hasta que pudo materializar su sueño de poseer una vivienda en el madrileño barrio de Salamanca. Era un piso enorme y muy antiguo que pedía una reforma integral a gritos; algo que no preocupaba a Fernando por su profesión de aparejador.
Aquella mañana repasaba en la vieja casa los detalles del proyecto. Se había citado a las 13:00 horas con un jefe de obra de su confianza en una cafetería de la zona y llegado el momento se dispuso para acudir al encuentro. Cuando abandonaba la vivienda algo muy extraño le desconcertó: como si hubiese traspasado la frontera de una realidad paralela que duplicase su ser se observó a sí mismo manipulando un teléfono y caminando por delante de él en dirección a las escaleras. Incrédulo, gritó su nombre dirigiéndose a la dualidad que le precedía; éste giró el rostro con una expresión inequívoca de terror antes de iniciar una huida frenética escaleras abajo perseguido por Fernando, que le vio perder el equilibrio en uno de sus tramos golpeándose repetidamente la cabeza contra los suntuosos escalones de mármol. Quedó su cuerpo contorsionado y recogido en una esquina del rellano, y entonces elevó un brazo como queriendo palpar algo invisible, dirigió después la mirada ensangrentada a su perseguidor y musitó unas palabras ininteligibles antes de desplomarse.
Fernando intuitivamente buscó el teléfono móvil en el bolsillo de su chaqueta para pedir ayuda, pero se percató que lo había dejado olvidado en la vivienda, a la que regresó rápidamente. Cuando se disponía a bajar de nuevo las escaleras mientras marcaba el número de emergencias una voz familiar tras él gritó su nombre; giró la cabeza y al verse frente a sí mismo se lanzó aterrorizado a un vertiginoso descenso que le hizo perder el equilibrio, golpeándose en la caída repetidamente con los escalones. No perdió el conocimiento, y pudo observar conmocionado en una imagen holográfica la figura etérea de una joven mujer que sonreía burlonamente mientras le decía: "La casa que crees haber adquirido es la de mis abuelos, también fue el hogar de mis padres y durante veinte años y tras mi muerte es el mío, ¿piensas que voy a permitir que borres mis recuerdos con tu estúpida reforma? Abandona tu idea, o haré de tu vida un bucle temporal del que no podrás escapar !Vete de mi casa y no regreses jamás!"
Contorsionado y ensangrentado en una esquina del rellano, Fernando elevó un brazo intentando tocar la fantasmal figura en una solicitud de clemencia, pero ésta se desvaneció, y al hacerlo pudo verse a sí mismo unos escalones mas arriba observando la escena; intento advertir a su otro yo sobre aquella casa maldita y el peligro de regresar a ella, pero apenas pudo musitar palabras con un hilo de voz contemplando cómo su perseguidor registraba los bolsillos de su chaqueta buscando un teléfono y emprendía una veloz subida de las escaleras en dirección a la casa...