El hedor era insoportable cuando me fui de casa de mis padres. No podía aguantarlo más y decidí irme a vivir con mi novia. A los tres días fallecieron en un accidente de coche, yendo a visitar a mis abuelos. Muchos me felicitaron por la suerte que había tenido de no ir con ellos.
Pasaron los meses y mi relación con Carmen era genial. Una mujer estupenda, inteligente, culta, divertida… Todo lo que cualquier hombre puede desear. Un día, comenzó a oler de forma diferente. Rebusqué entre sus objetos de aseo y no vi que hubiese cambiado de perfume. El gel de baño que usábamos ambos era el mismo. Y, sin embargo, un olor entre almendra amarga y flores marchitas parecía proceder de su piel. Cada vez era más fuerte y yo no podía evitar poner excusas ante cualquier avance que pudiera desembocar en una noche loca de sexo y pasión. Sentía náuseas ante su contacto y los besos, caricias y arrumacos fueron espaciándose. Ella lo notó y lo achacó a que yo tenía una amante o a que había perdido el deseo. Fui incapaz de explicarle lo que me sucedía, así que hice las maletas y me fui a vivir con mi hermana y su marido.
A los tres días, Carmen falleció de manera repentina, durante su turno en la fábrica. Dijeron que había sido un ataque al corazón. De nuevo, las condolencias, las lágrimas y los «con lo bien que os iba y lo tuvisteis que dejar».
Mi cuñado Paco es un poco especial, pero no se está mal viviendo con él y con mi hermana. Además, desde que ha sido padre, parece que sus manías se han suavizado. En cuanto encuentre otro trabajo, buscaré un piso. No quiero molestarlos, pues tener un bebé en casa y un tío que no aporta nada puede mermar su relación.
Esta mañana me he ocupado de Clara. Es un niña tan mona. La he bañado y perfumado y, cuando he ido a achucharla, me he dado cuenta de que no olía a bebé. Huele a una mezcla de almendra amarga y flores marchitas. Creo que me iré antes de que el hedor se vuelva insoportable.