Ramón, siempre que me mostraba en público, me ponía en ridículo, delante de sus amigos, de desconocidos, de quien fuera, se reían a carcajadas a mi costa, además me hacía llevar unos modelitos horribles, sentada sobre sus rodillas como si fuera una atracción, me llamaba su muñequita linda y me hacía sentir como un objeto, como algo con lo que deleitarse. Además, el muy cerdo, siempre me encerraba al llegar a casa, donde me tenía horas allí, en aquella pequeña habitación oscura. ¿Por qué tanto maltrato? Yo le amaba, le amaba como él no podía, o no quería, amarme, y con el tiempo comprendí que eso no iba a cambiar, así que una noche logré escapar de mi pequeña caja y, mientras dormía, salté sobre él cuchillo en mano, le asesté varias puñaladas hasta que dejó de respirar y me quedé allí, tumbada junto a su cadáver.
Horas más tarde llegó la policía, se llevaron el cuerpo de Ramón y a mí me rescataron de esa vida, ahora espero encontrar un dueño mejor, que respete mejor a sus muñecos, porque Ramón era un ventrílocuo horrible.