-Conforme abría los ojos las preguntas acudían a mi mente. ¿Cómo había llegado hasta allí? ¿Quién me había atado a aquella silla? ¿Dónde estaba Daniel? Unos gemidos me sobresaltaron y al girar la cabeza el pánico se apoderó de mí. Bajo la tenue luz que oscilaba al fondo de aquella siniestra habitación vi a Daniel tirado en el suelo. Su cara estaba desfigurada y cubierta de sangre. Quise gritar, pero una cinta mantenía mis labios sellados y sentí unas nauseas quemándome el estómago. Alguien con capucha se acercaba a él, desde el otro lado, a toda velocidad y le propinaba una brutal patada. Escuché como el hueso de su brazo crujió y atravesó la carne. Daniel dejó escapar un estremecedor alarido que erizó mi piel. Siguió golpeándolo sin darle tregua, una y otra vez. Traté de mover la silla, pero estaba atornillada al suelo y bajo la penumbra de la bombilla era imposible ver la cara de aquella bestia. Sí advertí un destello metálico mientras se echó mano al bolsillo trasero. Mi cuerpo empezó a temblar convulsivamente y un sudor frío se confundía con mis lágrimas. Vi cómo empuñaba el cuchillo y se arrodillaba junto a Daniel, y cogiendo impulso lo hundió varias veces en su cuerpo mientras un charco rojo humeante se extendía a su alrededor. Fue horrible, los ojos de Daniel parecían mirarme como reprochándome algo. Aguanté la respiración temiendo que el vómito quisiera de nuevo salir y cerré los ojos tan fuerte que perdí el conocimiento. No sé cuánto rato pasé en un estado entre la semiconsciencia y el desvanecimiento, pero me di cuenta que en algún momento ese asesino se acercó a mí y me susurró algo sobre una promesa. Y eso es todo lo que pasó aquella noche. Lo siguiente que recuerdo es ir en una ambulancia a toda velocidad y a los médicos hablando sobre el cadáver que ya estaba en manos de la policía. Pasa el tiempo y no puedo evitar este temblar cada vez que recuerdo toda la escena.
-Vaya, debió de ser realmente horrible y espeluznante. Me alegra ver que ya estás algo más tranquila y que puedes hablar de ello.
-Eres un verdadero amigo, siempre apoyándome. Todos sabíais que Daniel y yo no estábamos muy bien últimamente por culpa de su difícil carácter. Es la primera vez que puedo hablar abiertamente de todo esto después de dos meses. Aunque el miedo no desaparecerá hasta que no cojan a ese asesino. Incluso aquí, en este restaurante tan concurrido, me siento insegura, como observada desde algún rincón.
-Tranquila, no te preocupes. Sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites. Yo estaré siempre cerca de ti para protegerte. Se lo prometí a tu madre en su lecho de muerte. Y las promesas hay que cumplirlas, ¿no?