Seguramente no me conozcáis, me llamo María y, para cuando leáis esto... Ya estaré muerta.
He venido a contaros una historia. Trata sobre cómo mi amigo Manuel y yo, encontramos nuestro inevitable final. No puedo garantizar la veracidad de esta historia, pero, siempre he preferido creer en la sinceridad de mi amigo.
Todo tuvo lugar en Zahinos. Es un pueblo muy humilde, con granjeros, casas de piedras... Un buen sitio para criarse, pero, teníamos una leyenda.
A las afueras del pueblo, entre un par de campos de cultivo, se alzaba una pequeña construcción. Aunque no se le podía llamar así, todo eran ruinas, salvo una puerta. Todos decían que él vivía allí, que si cruzabas esa puerta, iría a por ti.
Nadie le puso nombre nunca, sin embargo, yo siempre lo llamé "El Soñador". Decían que convertía todo aquello que amabas en una auténtica pesadilla.
Nosotros no lo creíamos, pensábamos que era la típica historia que se le cuenta a los niños para que se porten bien. Ojalá lo hubiéramos hecho.
Era un día frío de finales de noviembre, Manuel y yo nos disponíamos a recorrer el pueblo en busca de alguna diversión. No sé cómo, llegamos a la puerta, a su hogar.
Como ya dije antes, nosotros no creíamos la leyenda, por lo que decidimos hacer el tonto, eramos sólo unos niños.
De modo que lo hicimos, pasamos ese umbral. Realmente fue muy poca cosa para lo bien que nos sentimos. Pero, esa misma noche, empezó la pesadilla.
Antes de contaros lo sucedido, tengo que añadir que, mi amigo, a pesar de sus muchas virtudes, siempre fue tremendamente egocéntrico. Hasta el punto de considerarse a sí mismo un "regalo para la humanidad".
Pues bien, esa misma noche, mientras Manuel se preparaba para irse a dormir, ocurrió algo increíble, algo que él mismo me contó al día siguiente, con lagrimas en los ojos y temblores nerviosos.
Tras agacharse para enjuagarse los dientes, vislumbró algo en el espejo, a su espalda. Una especie de monstruo, con los ojos huecos y una sonrisa siniestra.
No le dio mucha importancia puesto que desapareció tras un parpadeo. Decidió echarse agua en la cara para despejarse, entonces volvió a verlo, pero esta vez, se trataba de él. Él era el monstruo.
Tres días después escribo esto, a la vuelta de su funeral, lo encontraron atravesando el espejo, con cristales en los ojos. Ahora os aviso; tened cuidado. No sé qué es lo que liberamos, pero sé que no detendrá ante nada ni nadie, acabará con vosotros, como ya lo hizo con nosotros.
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Tras pulsar el botón de "publicar", María cerró su ordenador y se estiró, no podía hacer mucho más. Casi al instante, escuchó como su madre la llamaba para ir a cenar.
Rápidamente, se dispuso a bajar, sin embargo, notó como todo el aire abandonaba sus pulmones cuando, desde el pasillo, vio como su madre dormía plácidamente en su cama.
Y, de ese modo, desapareció, acompañada del grito más tenebroso jamás dado.