Mientras pensaba que la noche estaba terminando y que ya le quedaba poco para tener que partir para casa, mientras notaba como empezaba a emocionarse por una nueva despedida, ya casi no le salían palabras, no sabía que decirle, pero tenía que animarlo como fuera, ya que el sufrimiento era muy duro:
– Sí cariño, si sabes que tan solo es un año el que tenemos que esperar, hay que tener paciencia, tan solo un año y volveremos a estar juntos.- se quedó en silencio de una mientras se quitaba una lágrima que empezaba a empujar por su ojo derecho- Tú cuando vuelvas a ver que las flores vuelven a llegar, cuando las noches vuelvan a estar iluminadas de velas, volveré, estaré contigo, podré sentir tu aliento, podremos sentir juntos que todo vuelve a ser como antes.
– Llevas razón, pero se me hace muy pesada la espera, me siento tan solo aquí, tantos años con la misma cantinela, de año en año, me siento muy solo, de dejas muy solo cuando te vas, y siento que no siento cuando dejo de sentirte cerca.
– Te entiendo, yo también me siento muy solo sin ti el resto del año, –Se s– es como si al no estar contigo mi vida no tuviera sentido, llevamos así cinco años, y parece que llevamos dos siglos, conformándonos con vernos esta noche, pero ¿qué podemos hacer? Yo ya no sé qué hacer. – intentó convencerse a sí mismo.
– A mí se me está ocurriendo algo mi amor, yo tengo la necesidad de que te quedes conmigo para siempre, pero ahora no te lo puedo contar, mira qué hora es y va a amanecer pronto. Ya te echo de menos, y te tengo enfrente.
– Lo siento mi amor, pero sabes que no podemos hacer otra cosa. ¿Me acompañas a la salida? Dame la mano.
– Sí, vamos, te acompaño, que a oscuras es peligroso ir por esta zona, están abriendo nuevas tumbas y es peligroso –dijo con un amago de sonrisa.
– Estás en todo mi amoooooooooooooor! -dijo gritando, al tiempo dejaba de sentir la fría mano de su marido.
Sintió cómo penetraban en su pecho los afilados pinchos de una horca que se encontraba de punta en el fondo de la profunda tumba en la que acababa de caer. En ese momento un frío repentino recorrió su cuerpo y perdió el sentido por unos segundos. Cuando despertó a los pocos minutos, allí estaba, y desde arriba, le ofreció su mano para ayudarle a salir, y mientras reía a carcajadas le dijo:
–Lo siento mi amor, ya no podía pasar ni una noche más sin ti.