"Mesa para Dos" recibió doble reconocimiento en el Concurso de Relatos de Lamucca: segundo Accésit y Mejor Relato ambientado en Lamucca, dotado con 500 € en efectivo y 150 € en tarjetas de descuento en Lamucca
Estaba sentado solo, en una mesa junto a una vieja columna dorada que se perdía en el techo.
Una gota resbalaba por el exterior de la copa de Mahou y caía lentamente hacia la servilleta que había colocado debajo para evitar que se hiciese un charco sobre la mesa.
Las croquetas estaban enfriándose en un plato y la cerveza calentándose en la copa pero no podía decidirse a comer ni a beber nada.
Desde donde estaba podía ver en el cristal del local de enfrente reflejado el nombre del bar del revés: accumal. Al revés, como su vida en ese momento.
Y no podía quitar la vista de esas tres últimas letras “mal”. Como le iba todo.
Estaba mirando las noticias en su móvil: a los 10€ al mes que le habían subido la cuota de autónomos ahora había que sumarle un 10% más de impuestos. Y con lo que facturaba no le daba ni para pagar los gastos ahora que encima le habían bajado los honorarios.
Y Mónica…
Llevaba tres años esperando el momento ideal para pedirle que se casara con él y ahora ¿cómo hacerlo?, ¿qué podía ofrecerle? Sin un sueldo, gastando más de lo que ganaba en trabajar, sin poder pagar la casa y ella deseando tener un hijo.
Cada vez que veía un niño los ojos le brillaban de una manera especial y todos los poros de su piel gritaban su deseo de ser madre.
Pero ahora, en esta maldita situación quién querría traer un hijo a este mundo sin dinero para cuidarlo.
Volvió a ver el reflejo del nombre del bar: accumal. La gota que resbalaba por la copa de cerveza ya había llegado a la servilleta y otra había seguido su camino. El camino ya marcado que ninguna futura gota podría evitar.
Pensó en Mónica y en sus ojos grises o verdes según la luz del día, con pequeñas motas en el interior, en los que podías perderte si no tenías cuidado.
Miró hacia el otro lado y vio en la pared el nombre del bar, esta vez al derecho: lamucca.
Cogió la Mahou y le dio un sorbo. Al dejarla vio que la gota continuaba su camino hacia la servilleta y con un dedo trazó una línea diagonal por debajo de la gota. La gota llegó a la línea y siguió el nuevo camino hacia un futuro incierto.
Miró a la columna. La luz se reflejaba en la superficie dorada. ¿Y qué si las cosas no iban todo lo bien que uno querría?
Terminó de comer y acabó la cerveza. Antes de dejar la copa en la mesa la gota que había tomado el nuevo camino cayó sobre la carta, encima de la frase “Para compartir” y entonces tomó una decisión. Si una simple gota podía cambiar su destino ¿por qué no él?
Avisó al camarero, reservó una mesa para esa misma esa noche y salió en busca de una joyería para comprar un anillo a juego con los ojos de Mónica.